Americanadas

He vivido dos años y medio en Estados Unidos hasta ahora (y lo que me queda…) y en ese tiempo me he encontrado de vez en cuando haciendo alguna que otra americanada. He ido a barbacoas, por ejemplo, en que hemos hecho un fuego y tostado nubes o malvaviscos para comérnoslos con galletas y chocolate. En general, no vamos a engañarnos, el American way of life implica bastantes calorías: hace poco en Nueva York comí de postre Oreo fritas. No me juzguéis.

Hace más o menos un año tuve la oportunidad de hacer un viaje de trabajo a Texas. Todo empezó porque yo quería ir a un taller de profesores de español en Memphis, así que le dije a mi jefe que si me daba viruta para ir al taller. Me dijo que no quedaba dinero en el presupuesto para que yo fuera a ningún taller, pero que la profesora de periodismo iba a llevar a sus cuatro estudiantes a un congreso en Texas y que el presupuesto daba para un profesor acompañante. Resumiendo: me lo pagaban todo y encima perdía clases. Me faltó tiempo para decir que sí iba y escribir a mis alumnos para cancelar las clases por motivos de viaje académico. Yo me alegré de no tener que dar clase un par de días (una es humana, leñe), pero ellos… Ellos se alegraron más todavía.

Salimos un jueves temprano por la mañana en una furgoneta: la profesora de periodismo al volante, yo de copiloto mirando Google Maps y, detrás, las cuatro chicas. Cuando hablo de las cuatro estudiantes de periodismo no es que se me esté yendo el uso del artículo: es que había cuatro estudiantes de periodismo. En total. Pensaréis que periodismo iba a regular. Bueno, de español solo había una, así que no sé que deciros. Hicimos diez horas de carretera a través de Misisipi, Arkansas, Luisiana y Texas, cuyo lema (ya conocéis el de Misisipi) es que «everything is bigger in Texas». No tardaría en descubrir hasta qué punto era verdad eso.

Llegamos a un motel… ¿Qué puedo decir de este motel para hacerle justicia? Os diré que en la habitación había una cubitera de plástico barata que me hizo sugerirle a la otra profesora que lo ideal era que compráramos cocaína y contratáramos prostitutas, porque uno va a los sitios y hace lo que se espera de uno allí. Ejemplo: entras en una iglesia y hablas bajo, te santiguas… Es una cuestión de protocolo. Os diré que por la noche mientras dormíamos sentía la cama temblar al paso de los camiones por la vecina autopista y os diré también que en el patio del motel había una piscina en la que yo, cada vez que salía de la habitación por la mañana, solo esperaba ver a una rubia flotando bocabajo.

El viernes pasamos el día en el congreso y por la noche fuimos a cenar a un sitio especializado en hamburguesas dentro de donuts. Eso no es todo: el donut había sido frito. Sé lo que estáis pensando: «eso tiene que estar muy bueno». Bueno, estáis en lo cierto.

El domingo, nuestro último día antes de volver a la carretera, fuimos al cine para entretenernos: tres chicas vieron una comedia un poco chorra y otra estudiante, mi compañera y yo entramos a ver Eye in the Sky (Gavin Hood, 2015). Al terminar nuestra peli teníamos que esperar un rato a las demás, de modo que nos dirigimos a la zona de recreativos, donde jugamos a cazar ciervos en una pantalla con un rifle de juguete. No temáis, sin embargo: era muy mala y no le daba a ni uno.

Y para ti, ¿qué es una auténtica americanada?

Foto: fotograma de ese capítulo de Los Simpsons en que se alojan en un motel chungo.

4 Comments

Deja un comentario